"Mente Fuerte" ¿Qué hace un psicólogo en un evento social?

Estaba con mi mujer en una reunión familiar, se festejaba el cumpleaños de un año del hijo de unos amigos de ella, o eso creí entender cuando me explico dónde vamos.
Padres primerizos, hablaban entre ellos con respecto a "cómo seguir siendo hombre siendo padre" que interesante pensó mi cabeza psicoanalítica ¿Por qué dejarán de ser hombres al ser padres? pensé incrédulo, ya que yo no soy padre, inocente creí que podía nutrirme.
Resguardado en la inocencia del desconocido ya que nadie me conocía.
"¿Cómo haces esto?" "¿Cómo haces lo otro?" Corría la ronda. Mientras yo escuchaba sin participar.
Hasta que uno me descubrió, habrá recordado una charla en la que le dijeron mi profesión o no sé de dónde me recordaba.
"Pregúntale a él que es psicólogo" dijo.
Yo no sabía dónde meterme. Mi pesadilla acababa de empezar, trabajar gratis un domingo y con alcohol de por medio, solo podía salir mal cualquier cosa que haga o dijera.
El más valiente y menos respetuoso fue el primero en largar la pregunta.
"¿Cómo hago para soportar el llanto de mi hijo? Yo sé que soy yo el que no se aguanta, pero es que me duele verlo sufrir"
Primero analicemos está trampa mortal que nos acaban de montar. "Yo sé que soy yo el que se tiene que aguantar"...
Alguien que ya sabe la respuesta igual genera la pregunta. Es una trampa, el juego de la bomba acaba de empezar. Parecía esa ronda dónde se van pasando la mecha y a ver a quien le explota, y yo no quería que sea en mis manos.
Ya conocía esta situación tan peligrosa, este callejón sin salida. Si no contesto el bombardeo es peor. Si contesto bien jamás me dejarán ¡Todo es una trampa!
"No contestes la pregunta." Pensaba "Genera otra".
Y con eso encare mi respuesta-pregunta. "¿Por quién consultas? ¿Por vos o por tu hijo?"
¡Brillante me dije! Nadie quiere que lo impliquen, el padre cobarde se oculta en la pequeña espalda de su hijo. "Noooo; por mi hijo".
Recordemos "sé que soy yo el que se tiene que aguantar" "sé que soy yo...." Pero ...consulta por el hijo.
Creí que vencí el juego, que me salvé de la bomba... eso creía, pero la ronda recién empezaba.
Las preguntas eran dardos con falsas disculpas "perdóname que te pregunte pero..." "che sorry te hacemos laburar un domingo pero..." disculpas con peros... hubiera dicho que soy urólogo a ver qué tanto consultaban.
Mi tentación era explicar el tema con la ilusión-desilusión, pero esa terminología psicológica que solo es explicación para psicólogos, que cuando se quiere explicar no son más que fuegos artificiales en el aire, se prepara el ejemplo, se larga, se espera que lo comprenda en su moraleja y en ese momento explota la cañita voladora colorida en el cielo
"waaaaw lo entendí!"
Que hermoso, pero igual que una cañita voladora desaparece muy rápido y solo queda el vacío "¿Pero ahora que hago con eso?" "¿Pero esto como lo aplicó?" "¿Ehhh?" "Vos me estás diciendo que...".
No iba a caer en la trampa de explicar a Winnicott ni Klein dos autores que rápidamente aparecieron en mi cabeza con los que yo comprendí la importancia de la madre "suficientemente buena" y la necesidad de desilusionar al chico, para que salga a buscar la ilusión en el mundo. Pero no me tente de explicar ahí, ni en esta ocasión tampoco.
Al mismo tiempo a pocos metros de ahí empezaba una situación que iba a brillar en su importancia.
Los chicos se metían en la pileta como el calor obligaba.

Un niño no mayor de 3 / 4 años preguntó a uno de los hombres del grupo.
"Papá ¿Yo tengo malla?"
No puedo describir el cambio de aire de la situación. El adulto parecía transformarse en un cobarde, asustado, con pánico, abrió sus orificios nasales y parecía gritar en sus ojos la pregunta
"¿Era yo el que tenía que traer la malla? ¿O mi mujer?"
Contestó tartamudeante "Hijo, yo... mamá... pregunta... espera...yo...no...mamá...vos... " "no hijo no traje la malla, no hay malla" dijo finalmente.
El niño hizo puchero, seis hombres adultos perdieron la cordura, acababan de preguntar "cómo tolerar el sufrimiento" y ante el primer puchero empezaron una tormenta de ideas torpes y sin sentido.
"Que se meta así no más... No pasa nada"
"Pedile a alguien seguro tienen una malla"
"Que se meta en bolas"
"Déjame pensar si no tengo yo una malla en el auto que te pueda dar" dijo el más chanta , manipulador e ilusionista. "No digas más nada, vos sos el chanta que promete y nunca cumple" pensé yo. Ni hijos tenía el chanta pero él promete igual.
A todo esto, habrán pasado solo unos segundos, quizás cumplimos el minuto, el niño abrió sus ojos, profundizó su puchero y exclamó un principio de llanto.
Jamás sabremos si iba a llorar o no. Los hombres no se aguantaron, ni lo quisieron averiguar. El padre con capa se tiró al piso, sin pensar en sus rodillas, salvo cuando impactaron ante el duro concreto, un dolor del que tendrá que encargarse mañana, ahora ¡HAY UN NIÑO QUE SALVAR!
"hijo espera, yo lo voy a solucionar " dijo agarrando los hombros de su hijo con firmeza y valentía.
¿Quién sufre? Pensé yo ¿El niño? ¿Los adultos? ¿El padre? O ¿Mis ojos de psicoanalista?
En ese momento pasó la madre comiendo un sánguche, todavía masticándolo, "arreglada" con ropas "elegantes"... uso comillas porqué estaba arreglada dos horas atrás, cuando se las puso. Las tiras de la musculosa estaban arrugadas y deformadas de los tirones del bebé que llevaba en brazos. El pantalón bermuda estaba torcido y con el elástico vencido de las dos horas de tirones del otro hijo (apunto de llorar por no tener malla) durante el viaje con el "mamá ¿trajiste mi muñeco?" Tironeo "mamá ¿trajiste agua para tomar?" tironeo "mamá..." y ahora no era el hijo, pero si el padre quien dijo sufriente, atemorizado, con voz finita de cobarde "amo... (se acomoda la garganta) amor... ¿Trajiste la malla?"
Y entendí la primera cuestión del grupo.
"Cómo seguir siendo hombre al ser padre"
"Como un hombre deja de ser hombre al ser padre"
Ella sin saber la negociación, el poder que estaba entregando dijo "si está en el auto" y siguió caminando como si nada.
Uffff la emoción de esa situación!
La madre se alejaba de espaldas y el aire volvió a circular entre los hombres. El niño salió y grito
"SIIII TENGO MALLA"
El padre feliz, con el alma nuevamente en el pecho dijo "CLARO HIJO!"
Los hombres descansaron, pareció que se sacaron la capa de la espalda y la enrollaron en la panza, por qué el relajo agrandó sus ombligos y estiró la pobre ropa sufriente.
Volvieron a tomar cerveza de la lata en sus manos, y aunque sólo habían transcurrido 4 o 5 minutos máximo, ya estaba caliente y sin gas de la tensión.
Yo pensé "¿Cómo un hombre puede perder la calma en solo 5 minutos? " Pero eso no era problema! ¡Había malla! ¡Y más cerveza fría en la heladera!
Todos sonreían, descansaban con felicidad y el niño saltaba muy ilusionado
"SI... SI... TENGO MALLA" gritaba.
Yo feliz; muy torpe, iluso, inocente creí que era mi momento de explicar ilusión-desilusión de Winnicott en una sola frase gracias al momento.
"Vieron qué importante es la desilusión antes de la ilusión?"
Tonto de mi creer que se entendía que la alegría del chico era tan gigante no porque había malla sino porqué creía que no la iba a tener.
Pero como toda cañita voladora desapareció muy rápidamente en el cielo. Las caras de alegría se desvanecían mientras giraban a verme, la situación dejaba de ser feliz para que el primero, más valiente y menos respetuoso me pregunte
"que?" Con cara de bicho raro...
Y lo soy, soy psicólogo no sirvo para eventos sociales, sólo los sufro. Cobarde y atemorizado dije "no sé"
¡Abandoné el círculo! Fui rápido a los brazos de mi mujer, y dije "¿Amor nos vamos?"
"Pero si sólo llegamos hace 15 minutos!"
Lic. Mauro Turano.